Publicado 26/12/2023 08:02

Rafael Torres.- La noche amarga

MADRID, 26 Dic. (OTR/PRESS) -

Allí donde hace veinte siglos y pico nació un niño que resultó ser dios, nueve mil han sido asesinados en las últimas semanas, y no se les ha dejado ni ser hombres ni mujeres. Es difícil, y desde luego imposible para quien ésto escribe en la mañana de Navidad, sustraerse al espanto, al dolor y a la indignación que provoca la incesante matanza de criaturas en Gaza, permanecer sordos a sus gritos en la agonía, ciegos para no ver también a los sepultados bajo los escombros. Es difícil, es imposible, y ésta Nochebuena no fue buena, sino amarga.

Todo cuanto ocurrió esa noche en nuestro mundo mezquino, pared con pared de esa hecatombe, parece estúpido, y lo es. Las luminarias callejeras con las que alcaldes zotes rivalizan en memez, las cenas familiares que requieren de un manual de conversaciones a evitar para no concluir a palos, las montañas de langostinos mal cocidos en las mesas decoradas regular, el discurso del rey aludiendo seis mil veces a una Constitución que la inmensa mayoría de los españoles no votaron, ni sí, ni no, porque en el 78 no habían nacido o no daban la edad, los petardos que aterran a los animales domésticos y matan a los pájaros de ataques a su pequeño corazón, las peleas de garrafón en los garitos, las renovadas pero igualmente ominosas formas de siente un pobre a su mesa, los paleolíticos programas de variedades de la televisión consustanciales a la fecha. Todo parece estúpido, y lo es, cuando un Estado que mantiene embajadas, relaciones diplomáticas con casi todo el mundo, y que hasta manda representantes al festival de Eurovisión no se sabe a santo de qué, revienta y descuartiza mujeres, hombres, ancianos y niños, sobre todo niños, en Navidad. Todos los días, también en Navidad.

Se ve que ese cierto blindaje emocional que nos permite a los periodistas asistir a los mayores horrores para poder contarlo, se le va cayendo a uno, o se le ha caído del todo ya. Sin esa armadura, ¿cómo asimilar, ni tolerar, todo éste tráfico obsceno de besos falsos, mariscos hasta arriba de metabilsulfito, autotunes y convulsas compras online, si esa niña lleva el brazo ensangrentado colgando y ese otro niño el rostro borrado por la metralla? Sin esa coraza, que perdí, qué noche amarga.

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