'Claraboya', el libro "perdido y hallado" de José Saramago

Original De 'Claraboya'
Foto: EUROPA PRESS
Actualizado: jueves, 1 marzo 2012 16:47

MADRID, 1 Mar. (EUROPA PRESS)

   Claraboya, el libro "perdido y hallado en el tiempo" de José Saramago, y que el propio autor no quiso publicar en vida, resucita ahora de la mano de su viuda Pilar del Río, y lo define como una obra "dura", adelantada a su tiempo, en donde la familia, "núcleo tradicional de la sociedad", se convierte en un "nido de víboras".

   Del Río relata en las primeras páginas de Claraboya cómo una mañana de 1989 Saramago recibió una llamada telefónica de la editorial para informarle de que el manuscrito había sido encontrado en una mudanza de sus instalaciones y que considerarían un honor publicarlo entonces. "Obrigado, ahora no", respondió el Nobel.

   José Saramago escribió esta obra hace más de sesenta años, cuando él era tan solo un joven de veintitantos años, ilusionado con la idea de escribir novelas. Animado por un amigo, entregaron el manuscrito a una editorial portuguesa en 1953 y no volvió a saber de ella hasta más de 40 años después.

   Según ha explicado Pilar del Río, Claraboya era para Saramago un libro que tenía "interés" y reconocía que "no estaba mal escrito". No obstante, Del Río ha indicado que el Nobel no quería "verla publicada en vida". "Aquella actitud de la editorial le sumió en un silencio doloroso, imborrable y de décadas", explica del Río. No en vano, no volvió a escribir hasta veinte años después.

   Así, aunque sus más cercanos intentaron convencer a Saramago de que publicara Claraboya, porque ya se observaba lo que después acabaría desarrollando plenamente: su propia narrativa", el autor descartó esa posibilidad.

FRESCURA ILUMINADORA

  En este sentido, Pilar del Río asegura que en sus páginas se atisba la "ironía" propia del autor y la dialéctica para hacer interesantes reflexiones sobre el momento que vivían. Asimismo, en el prólogo del libro, destaca su "frescura iluminadora, que penetra nuestra sensibilidad".

   A este respecto Del Río ha confesado que se "emocionó" al leer las páginas de Claraboya, una obra que le provoca cierta "nostalgia" porque es una novela que prioriza las pequeñas cosas como "sentarse a escuchar la radio en la cocina". "Es una novela de las pequeñas cosas, que son las que nos hacen felices o las que nos hacen más grandes".

   Pero también reconoce que es una obra dura "para la época" en la que se pretendía publicar porque aparecen "violaciones, malos tratos o relaciones lésbicas".

  Respecto a los personajes, ha resaltado cómo Saramago ya sabía definir en "dos líneas" las diferentes personalidades y ha subrayado como en muchas partes se aprecia el Saramago posterior y su forma de ver el mundo.

   Asimismo, subrayó la importancia de la música en el argumento de esta obra, ya que sus páginas "están atravesadas por la música de Beethoven" y enseñó emocionada la medios de comunicación la máscara del músico, que ya aparecía en Claraboya y que el autor no pudo comprar por la falta de presupuesto, hasta que consiguió comprarla 50 años después en Alemania. "Esto se llama coherencia", ha subrayado Pilar del Río.

ALABARDAS, OBRA PÓSTUMA

   Preguntada por los nuevas obras del autor portugues, Del Río ha señalado que queda por publicar Albardas, libro que estaba escribiendo el Nobel cuando murió, sobre el tráfico de armas, y del que sólo hay escrito medio centenar de páginas.

   No obstante, su viuda ha subrayado que con la publicación de esta obra, realizarán un lanzamiento que va más allá de lo estrictamente literario en donde se involucrarán "diferentes países" y "los más importantes". Asimismo, ha señalado que también queda por publicar en castellano el teatro de Saramago y Tierra de pecado, su primera obra.

   Mientras, Alfaguara publica Claraboya para que los lectores puedan constatar lo que el mismo autor señaló: que muchos aspectos de este libro, el segundo que escribió después de la publicación en 1947 de Tierra de pecado, están relacionados con su modo de ser.

   La obra se sitúa en 1952, en Lisboa, en un bloque de vecinos, de los muchos levantados en cada barriada, en una ciudad que bien podría ser la de cualquiera. Empieza un nuevo día, uno de tantos, y los vecinos se apresuran a sus trabajos, se desperezan en sus camas, se acicalan en sus baños o se afanan en sus cocinas.

   En apariencia, nada parece advertir al lector de que, lentamente y casi de puntillas, está a punto de dejar de contemplar la fachada de este anodino vecindario, de atravesar el umbral de la puerta del edificio, de adentrarse -a través de esa claraboya que da luz y título a la novela- en cada casa, en cada vida, y de espiar las frustraciones, anhelos, nostalgias, ilusiones, miedos, alegrías y tristezas de unas gentes que, por corrientes, resultan universales. Y este paricular microcosmos tiene como telón de fondo la dictadura de Salazar, la más longeva de Europa.