MADRID, 30 (EDIZIONES)
Una mañana de enero de 2014 Abel Diéguez Neira acudió solo a una pista forestal cercana al municipio de Aranga. Empresario ligado a la madera, había acudido a la zona para hacer un posible negocio con una persona que le había citado allí, lo que no se esperaba es que su interlocutor sacara una pistola y le encerrara en el maletero de un coche.
Su secuestro duró cinco días y supuso un verdadero calvario para el empresario que en el juicio aseguró que llegó a temer por su vida. Sus captores pidieron por su rescate 70.000 euros. La intervención de la Guardia Civil frustró los planes de sus secuestradores, que habían retenido al empresario en un cobertizo en la parte trasera de una casa de la aldea de Xar.
El caso de Abel Diéguez no es, sin embargo, común en España. Un total de 99 personas fueron secuestradas en España en 2014, según los últimos datos publicados por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Este número de secuestros supone una tasa de 0,2 secuestros por cada 100.000 habitantes, una de las más bajas de Europa, aunque la oficina de la ONU advierte de que hay que tomar con precaución las comparativas entre países debido a las diferencias que existen entre la manera en que cada uno define lo que es un secuestro y cómo contabiliza este tipo de delitos.
En Europa es llamativo, por ejemplo, la alta tasa de secuestros en Bélgica, en donde en 2014 tuvieron lugar según las estadísticas oficiales 1.118 secuestros, o lo que es lo mismo: 10 secuestros por cada 100.000 habitantes. Igualmente alta son las tasas en Alemania (6,21 secuestros por cada 100.000 habitantes) o en Francia (4,61 secuestros por 100.000 habitantes).
En los países de Latinoamérica destaca el número de secuestros en Perú, México o Chile, con 701 secuestros (2,3 por 100.000 habitantes); 1.888 secuestros (1,5 por 100.000 habitantes) y 266 secuestros (1,5 por 100.000 habitantes) respectivamente en el último año recogido por la ONU.
Ninguno de estas cifras es comparable, no obstante, con las altas cifras de secuestro que sufren las poblaciones de países en conflicto como Camerún, Líbano o Turquía. Casi 21 de cada 100.000 habitantes fueron víctimas en 2012 de un secuestro en Camerún, en donde la violencia del grupo armado Boko Haram lleva años aterrorizando a parte de la población.
El largo conflicto de Siria se ha contagiado estos años a países vecinos como Líbano o Turquía a través de secuestros y saqueos. En 2012, un total de 13.431 personas fueron secuestradas en Turquía (17,9 secuestros por cada 100.000 habitantes) y 1.031 en Líbano (18,4 por cada 100.000 habitantes) en 2014.
AUMENTO DE SECUESTROS SIMULADOS
Más frecuentes se están volviendo en España, sin embargo, otro tipo de delitos: los secuestros virtuales. La Guardia Civil alertó este verano de una oleada de llamadas desde cárceles de Chile en el que el interlocutor simula el secuestro de un familiar y le exige una cantidad de dinero que oscila entre los 2.000 y 10.000 euros a cambio de su liberación.
Ante un secuestro de estas características, los expertos de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil recomiendan mantener la calma y, si es posible, dejar hablar al falso secuestrador sin facilitar datos personales ni acceder en ningún caso al pago de la cantidad exigida.
A modo de ejemplo, la Guardia Civil difundió una de esas llamadas en la que los delincuentes consiguieron que una persona de España les hiciera un pago de 7.600 euros. "Tu hija me la voy a cargar y vas a escuchar cómo me la cargo", decía en tono amenazante el interlocutor desde Chile, un país donde esta modalidad de delincuencia lleva tiempo creando alarma social entre sus nacionales.
Los delincuentes, para aumentar la angustia de la familia y conseguir más rápidamente el dinero del rescate, fingen la voz de la persona que dicen tener secuestrada, intercalando gritos de auxilio. Los expertos inciden en mantener la calma y, si es posible, grabar la conversación con alguna aplicación móvil, además de ponerse en contacto con la Guardia Civil.
Otra de las recomendaciones de los expertos es que, siempre que se mantenga la calma, se intente realizar alguna pregunta muy personal de la presunta víctima para que, en base de la contestación, luego puedan investigar quién o quiénes están participando en este delito. También insisten en limitar los datos personales que se difunden en las redes sociales.
