Actualizado 02/07/2018 11:01

Eritrea, "la Corea del Norte" de África

Una madre eritrea y su hijo abandonan un centro de detención en Libia
ACNUR

   MADRID, 1 Jul. (EUROPA PRESS) -

   España recibió en 2017 un total de 160 peticiones de asilo de eritreos, la tercera nacionalidad más numerosa entre los 629 migrantes que se encontraban a bordo del Aquarius, el barco que quedó a la deriva en el Mediterráneo y fue acogido por España.

   Los eritreos proceden de un país "hermético" y "represivo", según los expertos, del que se calcula que cada día consiguen huir un centenar de personas. Según los datos de ACNUR, en 2017, en toda la Unión Europea hubo 25.115 peticiones de asilo de eritreos y 160 se solicitaron en España. Además, ese mismo año, España concedió el Estatuto de Refugiado o la protección subsidiaria a 126 personas de esta nacionalidad.

   Desde que Eritrea logró la independencia de Etiopía, tras una guerra de 30 años, en 1991 (reconocida formalmente por Naciones Unidas en 1993), el país se ha cerrado herméticamente en torno a Isaías Afewerki, quien dirige con mano de hierro el país, prohibiendo todo tipo de oposición, el derecho a elecciones y la libertad de prensa y monitorizando la vida de los ciudadanos, que pueden ser encarcelados sin haber tenido un juicio.

   "Afewerki fue el líder de la liberación de Eritrea pero cuando se consiguió la independencia la gente pidió que su voz fuese escuchada y se diseñó un parlamento y una constitución, pero entonces el líder incuestionable de la liberación quiso mantenerse en el poder y se volvió muy represivo", ha relatado a Europa Press el investigador senior de la Universidad de Londres y autor del libro 'Understanding Eritrea', Martin Plaut.

   Esta situación, según Plaut, se agravó tras un nuevo conflicto en 1998 con Etiopía que duró dos años, debido a que el establecimiento de la frontera entre ambos países no quedó "claramente definido", y que fue, a su juicio, "uno de los enfrentamientos más terribles en África" que llegó a cobrarse más de 100.000 vidas.

   Eritrea cuenta además con un servicio militar "indefinido" obligatorio para todos los ciudadanos, tanto hombres como mujeres, durante 18 meses, pero en el que, según Plaut, "la gente se ve retenida hasta 20 años sin apenas salario". La situación es "especialmente dura para las mujeres", a las que se manda a las minas o al campo, donde sufren "violaciones y abusos por parte de los miembros de la elite militar".

    Todo esto sucede en medio de una "crisis de hambruna" que, a pesar de no contar con cifras oficiales debido a la hermeticidad del país, Plaut ha estimado que es "similar a la situación en Somalia", en referencia a algunos informes de una ONG finlandesa.

   El investigador compara la situación de Eritrea con el régimen represivo de Corea del Norte que, a su juicio es, "hasta cierto punto similar" a pesar de que este último país "cuenta con China como medio de último recurso" mientras que Eritrea se encuentra "complemente aislada" a excepción de "algunas relaciones" con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos que usan los puertos y aeropuertos de Eritrea como base militar para su enfrentamiento con Yemen.

   Ante estas circunstancias, muchos eritreos "pierden la esperanza" y deciden huir hacia Etiopía o Sudán, "arriesgando sus vidas porque los agentes de la frontera de Eritrea tienen orden de disparar a todo el que intente escapar", ha explicado Plaut.

2.000 ERITREOS LLEGAN CADA MES A LOS CAMPOS DE ETIOPÍA

   Aquellos que consiguen llegar terminan viviendo en campos de refugiados como los cuatro que hay en Shire, al norte de Etiopía, zona a la que llegan en torno a 2.000 eritreos cada mes. Además, a diario, recogen a entre 80 y cien personas que consiguen cruzar la frontera, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que lleva trabajando allí más de 40 años.

   Si bien, normalmente, Etiopía no se convierte en el destino final de estas personas, hasta el punto de que prácticamente entran tantos como salen al cabo del mes, según puntualiza la portavoz de ACNUR en España, María Jesús Vega.

   Esto se debe a las "difíciles condiciones" que viven en los campos de refugiados, sobre todo los jóvenes, pues los recortes económicos provocan una reducción en las raciones alimenticias y de agua, en la educación básica --un profesor para 100 alumnos-- y en la salud --un médico para 10.000 personas--.

   En los cuatro campos de Shire, viven unas 34.000 personas y la población menor de edad es "muy alta" con un 40 por ciento de menores, de los cuales el 34 por ciento son menores no acompañados. "Hemos visto cruzar la frontera a niños con 7 u 8 años sin nada, que han tenido que cruzar ríos, que a veces llegan con mafias y a los que les esperan redes de trata", explica la portavoz de ACNUR.

   Vega pide más fondos --el año pasado recibieron el 30 por ciento de los que necesitaban-- y propone invertir en cooperación internacional, prevención y resolución de conflictos, así como en los sistemas de asilo en los países de tránsito por los que pasan los migrantes antes de alcanzar Europa para evitar que muchos mueran ahogados en el Mediterráneo, 15.000 en cuatro años.

   "La mayoría nos dicen: 'Si yo tuviera aquí lo básico, si pudiera recibir unos estudios, una educación secundaria, me quedaría y no arriesgaría mi vida'", explica Vega. Sin embargo, aún muchos eritreos siguen emprendiendo peligrosos viajes cruzando la frontera de Sudán a Libia y embarcándose en pateras en busca de un futuro mejor.

EL TELÉFONO DEL SACERDOTE QUE LLEVAN TODOS LOS MIGRANTES

   El sacerdote eritreo Mussie Zerai, que llegó a Europa hace 27 años, es conocido en Italia por su compromiso con los refugiados huidos de su país y de otros vecinos. En 2006 fundó en Roma una agencia de cooperación llamada Habeshia. Su número de teléfono está en manos de muchos migrantes para los que es su salvavidas.

   "Contactan conmigo cuando están en peligro, si su barco está a punto de hundirse en alta mar, y yo contacto con Malta o Italia, los dos países más cercanos, con organizaciones internacionales, como ACNUR, o incluso con asociaciones de la Iglesia católica que puedan socorrerles. Lo primero es trasmitirles las coordenadas de las embarcaciones, pero antes siempre avisamos a los guardacostas italianos y malteses", describe en declaraciones a Europa Press.

   Su labor humanitaria le valió en 2015 la nominación al premio Nobel de la Paz, pero ese mismo año la Fiscalía de Trapani (Sicilia) abrió una investigación con la acusación de tráfico ilegal de personas que al final quedó archivada.

   Según explica el sacerdote, los que escapan del país no tienen información de lo que les espera al otro lado de la frontera porque en Eritrea, Internet solo llega a las grandes ciudades. La mayor parte se orientan gracias a informaciones de amigos o parientes en Europa.

   En cualquier caso, la situación es tan asfixiante que, según Zerai, fuerza a su población al exilio. "Los eritreos viven como esclavos. Son perseguidos y muchos mueren en la cárcel tras haber sido detenidos de forma arbitraria y sin un juicio justo. En el país hay más 10.000 desaparecidos", apunta.

   Según indica, en la última década casi 400.000 personas han dejado Eritrea soñando con alcanzar las costas europeas o de la Península del Sinaí, pero el viaje no es nada fácil. "Llegan extenuados. Sus cuerpos son el signo visible de las torturas y maltratos que han sufrido. Es casi un milagro que lleguen en pie", destaca Zerai.

   Ahora, existe una posibilidad de marcar "un punto de inflexión" después de que esta semana, una delegación oficial eritrea realizara una visita a Etiopía, la primera en 20 años, allanado el terreno para "restaurar la paz entre los dos países", después de que el Gobierno etíope anunciara que aceptaba y procedería a aplicar el Acuerdo de Argel del año 2000, que delimita la frontera con Eritrea.

   "Esto puede ser determinante de aquí a los próximos meses. Podría significar abrir el país a la libertad de expresión, al Estado de Derecho y quizá a unas elecciones", ha precisado el periodista analista político en temática africana Sebastián Ruiz.

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