Publicado 15/03/2016 16:42

"Europa despeja a córner a las personas refugiadas". Por Daniel Villanueva, de la Fundación Entreculturas

Javier Urrecha
JAVIER URRECHA

Con el preacuerdo en negociación entre la Unión Europea y Turquía pareciera que Europa juega con las personas refugiadas como si fueran un problema del que uno se pudiera deshacer. Y juega siguiendo - una vez más - estrategias de defensa ante una crisis de frontera más que soluciones a una nueva realidad que exige cambios profundos en nuestra forma de entender la movilidad humana. Si se aprueba el próximo 17 de marzo, Europa se haría cómplice de la barbarie abriéndose a la posibilidad de que Turquía sea zona de expulsión de personas refugiadas que han llegado a Europa, desde las costas del Egeo huyendo de la guerra y del terror. No importa que el derecho internacional, los principios humanitarios y los tratados internacionales nos obliguen a brindar protección, derecho a asilo o necesidad de establecer vías de acceso seguras. Europa sigue empeñada en poner vallas más altas, concertinas más afiladas o leyes más estrictas que, lejos de solucionar la cuestión, empujan a las poblaciones, cada vez más vulnerables, a rutas cada vez más arriesgadas en manos de mafias cada vez más ricas. El año pasado 3.735 personas murieron ahogadas tratando de cruzar el Mediterráneo. ¿Por qué nos cuesta tanto entender que la crisis no es de refugiados, sino de desigualdad, de guerra y de injusticia? Nos empeñamos en pensar que el problema es suyo, cuando es de todos.

La pregunta es, ¿quién no haría lo mismo?, ¿no escaparíamos cualquiera de nosotros ante la constante amenaza a nuestra vida o, peor aún, a la vida de nuestros hijos e hijas?. Somos muchas las personas que nos escandalizamos, nos movilizamos, nos avergonzamos de las estructuras de gobierno europeas ante semejante respuesta. "Había bombas y aviones constantemente, estábamos asustados, sentíamos que nuestra casa iba a ser bombardeada en cualquier momento," nos dice Israa[1], alumna de uno de nuestros proyectos educativos en Beirut, cuando le preguntamos sobre sus últimos días en Aleppo, Siria, desde donde huyó hacia Beirut hace dos años buscando un lugar sin bombas ni sonidos estremecedores. Tenía 13 años.

Y este tema no es nuevo. El pasado 15 de marzo se cumplían cinco años del inicio de la guerra en Siria. Un conflicto que ha obligado a más de 12 millones de personas a desplazarse forzosamente. De ellas, 8 millones han huido a otras zonas del país, y otros 4,8 millones han huido a países vecinos como Turquía, Irak, Jordania, Líbano o Egipto. Con estas personas estamos trabajando diferentes organizaciones de cooperación y de ayuda humanitaria, favoreciendo el acceso a derechos tan básicos como la salud, el alimento o la educación. Desde Entreculturas trabajamos por el acceso a la educación, que creemos clave en contextos de emergencia y desplazamiento. La educación reafirma la humanidad de las personas desplazadas, restaura su dignidad dañada y les ofrece la posibilidad de construir su futuro. Israa bien lo sabe, "estoy feliz de poder ir a la escuela en Beirut, estudiar y asegurar mi futuro. Además, puedo ayudar a mi familia y guiarla en su futuro, y me gustaría dar las gracias a los profesores que me enseñan y me están mostrando valores para la vida". Y es que una buena educación puede jugar un papel relevante en la promoción de una cultura de paz, fomentando los valores de la tolerancia, del respeto mutuo y de la capacidad de convivir pacíficamente, así como la solidaridad, la justicia o la interculturalidad, tanto en las propios niños, niñas y jóvenes que han pasado por el trauma del conflicto, como en las sociedades de acogida.

Aquí está el reto para nosotros, que ahora somos sociedad de acogida. A Europa llegan personas en busca de protección y de seguridad para sus vidas y las de sus familias, no lo podemos obviar: el año pasado fueron más de un millón. Son sólo una pequeña parte de los 60 millones de personas refugiadas y desplazadas identificados por ACNUR. En nuestro mundo globalizado los desplazamientos humanos son cada vez más frecuentes y numerosos, y los desplazamientos forzosos, tristemente, no son sólo cuestión de crisis puntuales; están aquí para quedarse. Es un tema de equilibrio, de justicia. Son causa de la desigualdad creciente y es imposible aislarse, por mucho que a veces nos gustara. La gente siempre seguirá huyendo del horror de la guerra y la miseria.

Esta crisis no se resuelve despejando a córner a las personas refugiadas, sino admitiendo que, en el nuevo contexto mundial, ya no es posible una Europa amurallada, a la defensiva, con pretensiones de impermeabilidad bajo una lluvia que no cesa. El camino pasa por abordar las causas de los conflictos, de la violencia, y contribuir de manera efectiva a la paz, invirtiendo en ayuda oficial al desarrollo y en ayuda humanitaria, y proporcionando apoyo técnico y financiero para aliviar la presión sobre los países vecinos de acogida. Pasa también por establecer un sistema común de asilo en Europa, por salvar vidas en el Mediterráneo, establecer vías de acceso legales y seguras y un sistema de distribución justa para las personas refugiadas en nuestro continente. Pasa, finalmente, por abrazar la diversidad de las sociedades, formando y educando en valores en las sociedades de acogida para prevenir brotes de xenofobia y racismo.

Necesitamos una Europa sensible al mundo y fuerte en sus valores fundacionales, capaz de facilitar la inclusión de las personas refugiadas en las sociedades de acogida, no porque salga rentable o porque sea legal, sino porque es lo humano y porque nuestra forma de entender la sociedad no admite otra alternativa. Esa es la nueva realidad a la que, con miedos comprensibles, nos asomamos. Y sabemos que es posible. Porque Europa, la que ahora separa y diferencia, se ha construido a base de superar divisiones y forjar un destino común. Por mucho que no esté claro el camino, no podemos permitirnos renunciar a esas raíces.

[1] Israa es una de las alumnas del Programa de Aprendizaje Acelerado para personas refugiadas en que Entreculturas trabaja junto con el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Bourj Hammoud, Libano.

Daniel Villanueva es el director general de la Fundación Entreculturas ('https://www.entreculturas.org')

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