MADRID 13 Nov. (OTR/PRESS) -
Fue famosa y aún la sigo viendo la estatua del mono que se hacía el ciego, el sordo y el mudo. Es la que debiera presidir el despacho de Zapatero en la Moncloa. Sin duda es la mejor representación de la actitud de este Gobierno. Les vale para escenificar lo que ha sido su reacción ante la crisis económica y ahora adquiere su peor dimensión con la postura ante las atrocidades que el sátrapa marroquí esta cometiendo en el Sáhara.
Buena parte del mundo adopta la misma posición. Mohamed VI tiene bula para violar cuanto Derecho Humano quiera, porque es el "amigo" de Occidente, el presunto gendarme contra la expansión del terrorismo islámico y el amo que tiene la llave del calabozo de donde se sueltan las pateras. Pero en el caso de España, por nuestro vínculo reciente, por nuestra responsabilidad histórica y de hoy mismo pues el territorio, esto si que con total sarcasmo depende "de iure", de derecho, de nosotros, esa sordera, esa ceguera y es mudez adquieren ribetes de auténtica dejación, de auténtica vergüenza de autentica, también esa es la palabra, indignidad y cobardía.
Son las relaciones con Marruecos el crisol de la inaudita manera de entender la política exterior por parte de Zapatero. De considerar, por lo visto, que arrodillarse ante las pretensiones es una forma de dialogo, cuando tan sólo es sumisión y sólo puede tener como consecuencia el ninguneo y la humillación para el futuro.
Hay que recordar que fue Zapatero y su trouppe de los tiempos opositores, entre la que estaba la ahora ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, quienes acudieron a rendir pleitesía a Mohamed VI cuando nuestro país se las tenía tiesas con él. Había ordenado invadir Perejil y España lo puso en su sitio y a sus soldados y sin disparar un tiro desarmados y de nuevo en su territorio. Poco después y en plena tensión, ZP partió a hacerse fotos con el Sultán en una acto de deslealtad que hoy adquiere un todavía mayor y más nauseabundo relieve. Con él posó sonriente ante un mapa, nada casual, que señalaba como soberanía marroquí a Ceuta, Melilla y las Canarias.
Tras aquel acto de indigna, porque fue una indignidad, genuflexión, ¿que podía esperarse? Pues lo sucedido. El Gobierno, con tapujos y medias verdades como siempre para que no se notara demasiado, cambió la tradicional posición española en la ONU (Suárez, Felipe, Aznar sin distinción de siglas) de defensa del Referéndum de Autodeterminación y se pasó al lado marroquí que ha conculcado siempre esa resolución. Se suponía que a cambio de lentejas.
Pero en esa posición de entregada debilidad lo que más ha habido han sido bofetadas. La que montaron este verano en Melilla es buena prueba de ello. Y ahora el sátrapa, seguro de su impunidad, ha traspasado todos los limites. Con el mundo ciego, sordo y mudo, sin testigos, expulsando a todo ojo que pueda ver y contar, impidiendo la información y manipulando a su antojo hasta pretender convertir a las víctimas masacradas en verdugos, se ha lanzado contra la población saharaui en un acto de barbarie, atroz y criminal como uno no recuerda en muchos en años. Los muertos pueden ser centenares, hay torturas, violaciones, saqueos, persecución étnica. Un infierno desatado, sin testigos, sin que nadie mueva un dedo por los muertos ni por los acosados.
El silencio del Gobierno español es escalofriante. La sensación de indignidad y de confusión queda patente con sus erráticos pasos y confusiones. Jáuregui no sabe por donde se anda, la Trini, que antes tanto gustaba de hablar con Mohamed VI se va a Bolivia y a Ecuador a probarse ponchos y el defenestrado Moratinos reaparece por Argelia enviado por Zapatero. Un disparate tras otro con un elemento de fondo: la cobardía política de no atreverse ni a chistarle a Marruecos, el temor a molestar al sátrapa. Aunque entre los muertos haya ciudadanos españoles, aunque los periodistas a los que se impide informar y se expulsa sean no sólo compatriotas sino de la cuerda de los amigos.
El silencio pusilánime de Zapatero, la enmarañada inanición de su Gobierno, ese escabullirse miedoso y mentiroso nos llena a todos, a todos los ciudadanos españoles de oprobio y de vergüenza. Porque es vergüenza teñida por la sangre lo esta sucediendo en las arenas del Sáhara y ante lo que no puede adoptarse la postura del mono ciego, sordo y mudo. Del mono cobarde.