El hombre y el volcán

Europa Press Sociedad
Actualizado: martes, 20 abril 2010 20:20

Un volcán islandés tiene de los nervios a los humanos europeos. No amenaza sus vidas ni siquiera pone en peligro su territorio ni su alimento. Pero no les deja volar a toda prisa con sus artilugios mecánicos, es sabido aunque ellos no lo tengan tan claro que alas propias no tienen, de un lado a otro y a toda prisa. Y esto es algo que no soportan. Si por ellos fuera ese volcán habría que hacerlo desaparecer, apagarlo como fuera y que no volviera a molestarle. Es el colmo después de un invierno en que encima a nevado y ha llovido y el agua y la nieve les han entorpecido sus correteos. Un puro despropósito la Naturaleza y sus meteoros, un estorbo contra el todopoderoso dueño de la Tierra, o a al menos eso es lo que él se cree. Debieran de estar, es su obligación, sumisos, callados, controlados, allí muy finamente puestos pero solo para cuando apetezca, únicamente para cuando ellos quieran hacerle una foto y recrear una postal. ¡Que descaro, que desvergüenza interferir en sus viajes, placeres y negocios!

El volcán islandés ha hecho lo que a veces hacen los volcanes: una erupción. Y ha soltado una nube de ceniza que no deja transitar a los aviones. Y es el caos. Los humanos no pueden esperar una semana ni dos días. Lo suyo es siempre urgente. Deben de ir a este sitio a comprar o vender, o a aquel otro a tomar el sol o regresar de más allá para ver un novio. Y tienen que hacerlo ahora, ya mismo, sin demora. Ellos han dominado el tiempo y han perdido la paciencia contra quienes impiden que lleguen a la hora que ellos han medido y programado. Soberbios se rebelan contra todo aquello que de pronto les dice que tal poder no es tal y mucho menos absoluto. Están furiosos como avispas y se retuercen en el suelo buscando culpables, cargan contra sus gobiernos, contra sus maquinas y por supuesto contra esa montaña que no tiene otra cosa que hacer que ponerse a toser.

No he oído decir todavía a nadie que el volcán o la nevada tienen derecho a existir y aunque no lo tengan en lo Códigos Humanos pues existen y ahí están haciendo sus cosas de siempre. Que los hombre, no hace tanto se hacían cargo de ellas y las asumían y comprendían con mayor humildad, que la maravilla es atravesar un océano en nueve horas cuando o no había quien lo intentara o se tardaban meses y era años a en ocasiones lo que suponía un viaje. Que esto de la erupción no es el fin de los siglos. Que simplemente hay que esperar algo tan simple como que pase la nube. O sea, como diría Cervantes: que paciencia y barajar.

Antonio Pérez Henares

Contenido patrocinado