Actualizado 28/04/2010 20:00

Más claro que el agua

Aseguran: "Esto está más claro que el agua". Pero aquí y ahora, el refrán da un giro de ciento ochenta grados: el agua se ha convertido en un asunto muy turbio. Rompe partidos políticos, envenena lealtades, invalida estatutos de autonomía y, sobre todo, muestra la insolidaridad entre las tierras y pueblos de España, llegando a hacer tambalear la propia idea del Estado autonómico.

Por supuesto, digo todo esto a cuenta del impresentable escándalo montado en torno a la retirada del Estatuto de Castilla-La Mancha, tras un rifirrafe parlamentario que ha sido un compendio de egoísmos y contradicciones políticas. Por supuesto, no es mi intención entrar en si tienen la razón los que quieren trasvases a toda costa, en si quien lo ve claro es el PP o el PSOE nacional frente a sus correligionarios autonómicos, y menos aún voy a entrar en la pugna preelectoral -que es lo que en el fondo late tras todo esto- entre el actual presidente Barreda y la aspirante Cospedal.

Porque, en realidad, no estoy hablando de Castilla-La Mancha frente a Murcia, ni siquiera del nuevo Estatuto autonómico de la región cervantina. Ni siquiera estoy hablando, en el fondo, de las guerras del agua, que tantas batallas han perdido ya en la Historia. Estoy hablando de algunos de los males de España, que tienen que ver con la falta de integración territorial, con la improvisación como norma de conducta habitual en política, con la falta de solidez y el oportunismo en los planteamientos de las fuerzas políticas.

Porque lo dicho para Castilla-La Mancha podría atribuirse a Valencia, a Aragón o a esa Andalucía que, en su nuevo Estatuto autonómico, ha decidido 'nacionalizar' los ríos que por la Comunidad pasan, como si no fuesen de todos los españoles.

¿Para qué está sirviendo ese nuevo foro inventado por Zapatero, la conferencia de presidentes autonómicos, que no se reúne desde tiempo inmemorial y que, cuando lo hace, apenas decide nada útil? ¿Para cuándo un Plan Hidrológico Nacional digno de tal nombre -es un ejemplo más, claro está- que regule desde el Estado las diversas y contrapuestas aspiraciones sobre el agua? No me extraña que, planteadas así las cosas, los ciudadanos hayan optado por no entender nada, se encojan de hombros y decidan que muchos políticos, que crean problemas en lugar de solucionarlos, son uno de los principales problemas de España. Más claro, agua.

Fernando Jáuregui