MADRID 17 Sep. (OTR/PRESS) -
A toro pasado es fácil subirse a un caballo ganador de la talla de Rafa Nadal, pero lo que merece la pena es saber lo que esconde este muchacho de 24 años recién cumplidos, tras Su cuerpo musculoso, su cara de niño, sus tic nerviosos, que no gana por ciencia infusa sino por su absoluta dedicación a su trabajo y que es capaz de decir que se siente un privilegiado pero que "no toda la vida es el tenis".
Verle en el open de New York luchando desde el primer día, verle después en las calles de la gran manzana, de la capital del mundo, atendiendo a todos y cada uno de los medios de comunicación, escucharle a primera hora de la mañana después de un largo viaje en avión durante casi una hora, sin una sola queja ni un mal gesto, repitiendo incansable, humilde, las causas de su victoria y hablando bien de sus contrincantes, no puede dejar insensible a nadie. Es para sentir un gran orgullo de ser compatriota de este muchacho que ha dedicado su corta pero intensa vida al tenis, al mismo tiempo que maduraba, que crecía, que disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida, del amor, al tiempo que iba corrigiendo defectos, superando contrariedades sin una mala palabra sin un mal gesto.
Contemplar el palco donde se encontraba su familia, sus padres separados de facto pero unidos por el compromiso de no perjudicar a su hijo y estar con él en las grandes ocasiones, es sin duda otra lección muy práctica. Quienes le siguen y le conocen bien saben que la ruptura del matrimonio de sus padres fue muy dura para él y que además se le juntaron lesiones delicadas. Todo lo ha superado en una temporada triunfal que difícilmente podremos olvidar. Particularmente, apenas he aprendido a contar en este deporte y me sigo haciendo un lío pero cuando contemplo su fuerza mental que le hace sobreponerse ante rivales durísimos, me quito el sombrero.
Hoy es posible conocer los intríngulis de un deporte tan ancestral como el tenis gracias a unos comentaristas como los de Canal+ muy escuetos y moderados, pero lo que transmiten las imágenes de cualquier partido de este joven deportista es algo más que sus saques mejorados, su revés perfecto o sus paralelos asesinos: son las ganas de no dar por perdida una bola, de luchar en todas y cada una de las circunstancias, de no dar por perdida una ocasión.
Rafa es un ejemplo para todos, jóvenes y viejos, espejo para mirarnos y verle sencillo y completo fruto de un esfuerzo continuado, producto de una familia que le arropa y de un público que le adora. No es el único a admirar en tiempos difíciles para este país en lo económico y en la convivencia que respondiendo al refrán "dios aprieta pero no ahoga" nos ofrece las mayores satisfacciones de índole deportiva y del espectáculo que nunca hayamos tenido, pero, insisto, Rafa eres adorable y por eso, simplemente, te queremos.