Malta, la isla de los caballeros de la Orden de San Juan

Palacio Del Gran Maestre
JCG

Por Javier Carrión

Más de siete mil años de historia contemplan a esta isla -en realidad un archipiélago de tres- de Malta que brilla, como cruce de caminos marítimos, en el Mediterráneo por sus numerosos e importantes vestigios históricos que en algunos casos han permanecido casi milagrosamente salvándose de su destrucción. Fenicios, cartagineses, romanos, bizantinos, normandos, caballeros de la Orden de San Juan, franceses e ingleses dejaron en esta tierra su impronta. De todos ellos, la poderosa Orden de Malta, que naciera en Tierra Santa, fue la más determinante, pues dotó a la isla con su posterior máquina militar de un inexpugnable sistema defensivo basado en fuertes, bastiones y murallas que todavía hoy, casi cinco siglos después, sigue en pie habiendo superado incluso los efectos de los bombardeos de la II Guerra Mundial.

La Valetta, la capital de la isla que pertenece a la Unión Europea desde 2004, fue testigo de esos bombardeos de la Gran Guerra entre 1940 y 1943 -sitio de Malta- con más de tres mil incursiones de las fuerzas las fuerzas aéreas y marítimas de la Italia Fascista y la Alemania Nazi, pero afortunadamente tanto los malteses, con su asombrosa red subterránea de túneles y pasadizos, y la mayoría de sus edificios históricos resistieron. Tal fue el coraje del pueblo maltés que el Rey Jorge VI otorgó a Malta la Cruz de San Jorge.

Hoy la capital maltesa es una ciudad turística que vale la pena saborear, tanto si se accede a ella a través del mar con sus numerosos barcos de recreo y cruceros que la abarrotan, o desde el interior. Surgida tras el Gran Asedio Turco de 1565 -Carlos V había donado la isla a los caballeros de la Orden en 1530-, La Valetta se benefició de la pujanza de estos caballeros que levantaron en ella palacios, iglesias, albergues y otros edificios nobles que convirtieron a la isla en la principal entrada de la Cristiandad Occidental.

En el recorrido por La Valetta, además de disfrutar de sus calles empinadas repletas de balcones forrados por celosías, de todos los tamaños, hay que disfrutar de la vista del Gran Puerto desde los Altos Jardines de Barracca, o de la Fortaleza de San Elmo y el Hospital de los Caballeros, donde todavía se puede apreciar hoy el espacio que tenían los heridos o los enfermos dentro del edificio, o del siempre concurrido Palacio del Gran Maestre, actual sede del Gobierno, con su brillante colección de armaduras. Pero, quizás, el edificio que impone más al visitante que se acerca a la superajetreada Republic Street, una vez satisfecho el capítulo de compras y souvenirs y tras haber tomado un café o un pastel en el clásico Café Cordina, es la Catedral.

La Concatedral de San Juan, construida entre 1573 y 1577, maravilla al que se acerca a su interior por su estallido de color, oro y los complicados diseños que la adornan en un remarcado estilo barroco. Pero no sorprende menos su suelo pavimentado con sepulcros bellísimos, constantemente fotografiados por los turistas, ni mucho menos los cuadros de Caravaggio. El pintor milanés, encontrándose huido de la justicia a causa de un homicidio, se refugió en Malta, fue nombrado caballero de la Orden hasta que finalmente tuvo que fugarse por un altercado con otro compañero de la cruz blanca sobre fondo rojo (los famosos templarios invierten esos mismos colores). Sin embargo, en su corta estancia dejó seis bellísimas pinturas, de las que hoy se puede admirar en este templo "La decapitación de San Juan Bautista", su considerada obra maestra.

Tras la visita de La Valetta, después de dar una vuelta en barco por el mar para conocer mejor su visión desde el agua, hay que acercarse al centro de la isla para conocer Mdina, la antigua capital de los caballeros. Conocida como la "Ciudad del Silencio", vale la pena vagar por sus estrechas y ensombrecidas callejuelas para desembocar en las plazas, siempre soleadas y amplias adornadas con imágenes religiosas sagradas. Si se dispone de un poco más de tiempo, una parada muy recomendable es el Palazzo Falson. Se trata del segundo edificio más antiguo de la ciudad amurallada y hoy está ocupado por un museo repleto de interesantes colecciones artísticas y de costumbres históricas, así como objetos curiosos como un llamativo reloj de la época napoleónica que marca solo diez horas en su esfera. Tampoco se puede abandonar la ciudad sin disfrutar del mirador de Bastión Square, desde donde se divisa la cúpula dorada de Santa María de Mosta. Solo las de San Pedro (El Vaticano), Santa Sofía (Estambul) y Abijan (Costa de Marfil) la superan en tamaño. En su sacristía se exhibe la bomba que atravesó la cúpula en 1942 y rebotó dos veces en las paredes del interior del templo.

Pegado a Mdina, casi como si fuera su continuación, se encuentra Rabat donde destacan las Catacumbas de San Pablo, muy parecidas en número a las de Roma, y la Casa Romana, descubierta en 1881, que exhibe uno de los mejores y más antiguos mosaicos del Mediterráneo Occidental, además de un cementerio musulmán en el exterior.

Para los aficionados a la arqueología otra alternativa sugerente es la visita a los conjuntos megalíticos del interior de la isla (Tarxien, Hagar Qim, Hal Saflieni), ya que algunos de ellos fueron construidos antes de las Pirámides de Egipto, aunque las mejores piezas están expuestas en el Museo Arqueológico de La Valetta, instalado en el antiguo Albergue de Provenza.

Por último, si el viaje se prepara para la época veraniega, hay que deleitarse con las fiestas tradicionales que se organizan en todos los pueblecitos en honor a su santo patrón. Cada fin de semana, de junio a septiembre, estos "festi" sorprenden por su espectáculo de color, pólvora, vida y pasión religiosa y musical. Los malteses engalanan el exterior de sus iglesias con luces de colores, exhiben objetos de plata y de oro y sacan la estatua de su patrón en procesión. El ambiente se completa con la decoración de las casas de los vecinos (guirnaldas, pancartas y banderas), la actuación de la banda o las bandas de música, a veces rivales de la misma ciudad (costumbre de origen británico), y una magnífica demostración de fuegos artificiales. Una tradición del auténtico y hospitalario pueblo de Malta, fuera de los circuitos de los turistas extranjeros, la isla donde se dice que naufragó San Pablo.