Publicado 07/12/2013 12:00

Al margen.- El Gobierno y sus escándalos.

MADRID 7 Dic. (OTR/PRESS) -

Podría hablarse de escándalos, pero son tantos los que genera éste Gobierno en su desatentado manejo de la cosa pública, particularmente en las áreas de Empleo, Sanidad, Justicia, Interior, Cultura, Educación, Economía y Hacienda, que, por no haber solución de continuidad entre ellos, parece un escándalo solo, aunque descomunal y permanente. No hay día que los miembros del Ejecutivo, cuya mediocridad no es, sin embargo, el peor de sus defectos, no propine algún zarpazo a la Democracia y al Estado de Derecho, ora suprimiendo los más básicos derechos laborales de los trabajadores, ora enajenando los bienes nacionales, ora obstruyendo el derecho a la tutela efectiva de la Justicia, ora decretando leyes dictatoriales y represivas para amordazar a la ciudadanía, ora sembrando de navajas las fronteras, ora desatendiendo la investigación y la ciencia, ora miserabilizando la educación pública con normas rapaces e inicuas, ora consagrando las estafas bancarias mediante la entrega a la usura internacional de los ahorros de los españoles, ora, en fin, usando Hacienda y su Agencia Tributaria en beneficio de los grandes defraudadores, para estorbar la imputación de presuntos delincuentes y para el mayor lustre de intereses sectarios.

Podría hablarse de escándalos, o de uno sólo gigantesco que marca cada latido del corazón de España y lo necrosa, pero, lamentablemente, sólo eso puede, al parecer, hacerse: hablar de ello. Hay, bien que con sus límites y sus líneas rojas, libertad de expresión, de expresión en los medios, que no en la calle, pero esa libertad no es tal ni de nada sirve si no puede generar con su denuncia el mejoramiento de la realidad. El Estado, que en España es el Gobierno de turno por inexistencia de una superior magistratura verdadera y correctora, se ha desplomado y ha desaparecido como casa común de todos, y sólo los jueces actúan y se enfrentan a ese sindiós, bien que con las severas limitaciones que el sistema les impone. La ciudadanía agradece infinitamente el salvavidas que los jueces le echan en éste naufragio, pero la judicialización total de la vida política, económica y social del país no es, más allá de momentos de emergencia nacional como éstos, la solución.

El Gobierno del PP se ha instalado, como el propio PP, en el escándalo permanente, o así lo percibe la mayoría de los españoles. ¿Le sonará, cuando menos, lo que dice el Evangelio de San Lucas (17, 1-6) sobre el escándalo: "¡Ay de aquél por quien venga!"?

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