Actualizado 21/12/2009 17:33

AMPL.- El anciano acusado de degollar a su mujer en Santander asegura que trató de defenderse ante el ataque de ella

Sus hijos relatan insultos y amenazas a su madre por parte de su padre, que días antes amenazó con "liarla gordísima"


SANTANDER, 21 Dic. (EUROPA PRESS) -

Mariano R.G., el hombre de 71 años acusado de degollar y matar en 2007 a su mujer, de la que tenía una orden de alejamiento, aseguró hoy que en realidad fue ella la que le atacó y él quien se defendía. "Si no le quito el cuchillo, ella me mata a mí", relató.

Sin embargo, los peritos sostuvieron que el ataque se produjo por detrás de la víctima, a la que agarró del cuello para clavarle un cuchillo que el acusado se había traído de casa, según declararon los peritos que comparecieron hoy ante la Audiencia de Cantabria en el juicio que se sigue contra Mariano R.G. por un delito de asesinato por el que se le piden 18 años de prisión.

Durante la vista, dos de sus tres hijos contaron al Tribunal, entre lágrimas --y uno de ellos portando la foto de su madre--, los insultos, amenazas de muerte y malos tratos psíquicos a los que el acusado sometía a su madre, sobre todo a raíz de que esta desarrollara actividades de ocio fuera, pero también a ellos, a quienes en su infancia trataba "como a un perro". Sus hijos también narraron que, unos días antes, una tía les había avisado de que su padre había amenazado con "liar una gordísima".

El acusado discutió con uno de sus hijos ya que, mientras este declaraba, Mariano le recriminó que le regaló el negocio familiar, una panadería en la zona de Monte. Ante esta interrupción, fue expulsado de la Sala.

En la vista, los peritos también incidieron en que, mientras le examinaban, el acusado se mostró "molesto" cuando quien le interrogaba era una mujer, cambiando de actitud cuando él que dirigía la conversación era su compañero varón. Igualmente, una agente de la Guardia Civil sostuvo que Mariano la trató con "desprecio" cuando le tomó declaración.

MURIÓ "EN SEGUNDOS"

En su declaración, el acusado rechazó la descripción de los hechos del Ministerio Fiscal y las acusaciones particulares (sus hijos y el Gobierno de Cantabria) diciendo que sucedieron "de otra forma", y se negó a contestar a las preguntas de la Fiscal y las abogadas de la acusación particular y el Gobierno de Cantabria.

A preguntas de su letrado defensor, Mariano R.G. contó como en noviembre de 2007 fue a casa de su mujer, Basilisa, que entonces vivía, separada de él, en la casa de su hija en Puente Arce, un domicilio del que el acusado tenía llaves.

Pero al entrar por la cocina, se encontró con que ella le puso "un cuchillo sobre el pecho". Entonces él trató de quitárselo para "hablar con ella", pero, según su testimonio, ella no le dejó, y en el forcejeo que mantuvieron fue cuando se produjeron los cortes.

Los forenses que practicaron las autopsias dijeron que estos fueron tan fuertes que llegaron "astillar" la columna vertebral, en la parte derecha del cuello. El ataque se hizo "con mucha fuerza" y "por detrás", teniendo el acusado que agarrar y estirar del cuello de su esposa para poder asestárselos. La muerte ocurrió "en segundos", con un cuchillo que la Guardia Civil vio posteriormente que faltaba del domicilio de Mariano.

Estos expertos descartaron patologías psicológicas que afectaran a su conciencia y voluntad, así como enfermedades físicas más allá de la artrosis en una pierna. En el examen de su estado mental, percibieron que "simulaba" el llanto.

Tras la agresión, Mariano se desplazó hasta la parada de tren, medio en el que fue hasta Adarzo, y de ahí, al cuartel de la Guardia Civil, donde les contó lo que había sucedido y que "no sabía en que estado había quedado Basilisa". Los agentes que hablaron con él en diversos momentos describieron su comportamiento como "tranquilo, muy frío, dominando sus actos" y sin mostrar "ningún signo de arrepentimiento".

Mariano mostró su "total" arrepentimiento por este "accidente" sucedido de forma "rápida e injusta". En la misma línea, los testigos convocados por la defensa --el párroco del pueblo y dos primos tanto de él como de la víctima, ya que su hermana no quiso declarar-- describieron que después, en prisión, le han visto "desecho", con un arrepentimiento "sincero" y hablando de pedir perdón a los hijos.

A su prima le otorgó un poder notarial para poder reparar económicamente los daños sufridos por sus hijos. Esta testigo sugirió que, en la peluquería, la víctima aludió una vez a otra persona, a lo que el público del juicio reaccionó llamándola "sinvergüenza".

Por tanto, la defensa pide para el acusado siete años de prisión, con las atenuantes de haber confesado los hechos, dilaciones indebidas --retrasos procesales-- y la reparación del daño. El Ministerio Fiscal 18 años de prisión por un delito de asesinato, al que suma otro año por quebrantamiento de condenada y 8.268 euros de indemnización para cada uno de los tres hijos, que, como acusación particular, elevan la petición de prisión a 20 años y la indemnización 60.000 euros por cada uno.

"TENÍA UNA CRIADA"

Mariano describió la relación entre ambos como "normal", alegando que en el domicilio era "ella la que manejaba todo el dinero que entraba". "No yo, ella", apostilló, admitiendo que se dieran "discrepancias", sobre todo por la gestión del negocio familiar, una panadería en la zona de Monte. A su mujer "nunca le faltaron sortijas, oros o pieles", según contó el acusado, que también relató como ella viajaba y "enseñaba los billetes por ahí".

El acusado también defendió la relación con sus hijos, a quienes ayudó económicamente y les hacía arreglos en sus casas "de balde" o regalándoles sus domicilios y "una industria en pleno funcionamiento, que me había costado muchos sudores". "Eso es lo que tenían que decir ellos", dijo.

En cambio, dos de sus hijos (la tercera hermana, citada como testigo, no acudió a declarar ante su estado de salud) contaron que su padre y su madre "discutían siempre" y que en los últimos tiempos "cada uno hacía su vida". La relación era "de servicio, tenía una criada para que le sirviera" y a los hijos les trataba "como un perro, sólo para trabajar" y según le reprochó uno de ellos, nunca le dio "cariño" ni le felicitó por su cumpleaños.

Uno de ellos contó que llegó a ser amenazado por su padre, también con un cuchillo, que en otra ocasión Mariano "destrozó una habitación a martillazos" buscando dinero", y el otro, que una vez le impidió el acceso a su esposa a la casa cuando ella regresaba de un viaje del Inserso porque "le molestaba que ella se divirtiera".

Ninguno de los dos denunció estos hechos por "respeto" a sus padres y porque su madre no creía en que la Justicia pudiera protegerla y tenía mucho "miedo al que dirán" en el pueblo de Santander en que residían. Al final denunció, "casi obligada", lo que se tradujo en la orden de alejamiento dictada apenas seis días antes de los hechos. Cuatro días antes, él había amenazado con "liar una gordísima" que "ya estaba planeando".