MADRID 16 Abr. (EUROPA PRESS) -
La mayor parte de las víctimas mortales en Irak entre 2003 y 2008, el 33 por ciento, fue asesinada por ejecución después de ser sometida a un secuestro, y el 29 por ciento de los cadáveres de aquellos ejecutados muestran señales de tortura como quemaduras, cardenales o marcas de agujeros realizados con taladros, según una investigación llevada a cabo por la Universidad y el King's College de Londres junto con la organización Iraq Body Count y publicada en el 'New England Journal of Medicine'.
Los civiles iraquíes también sufrieron disparos de armas de pequeño calibre en tiroteos al aire libre e intercambio de disparos, un 20 por ciento de las muertes, además de las ejecuciones que implican armas de fuego y ataques suicidas con bomba, que suman el 14 por ciento. La publicación analiza las cifras de víctimas mortales registradas durante el período desde marzo de 2003 hasta marzo de 2008, aunque excluye 10.027 muertes debidas a episodios de violencia prolongada --como los episodios de violencia prolongada durante la invasión, desde el 20 de marzo de 2003 hasta el 30 de abril de ese año--.
Los terroristas suicidas que emplean bombas suelen ser utilizados normalmente de forma estratégica por las fuerzas sectarias o insurgentes y, "aunque el estallido de una bomba es indiscriminado, el terrorista no lo es, ya que un terrorista suicida a pie actúa como un arma de precisión", señala el informe.
Entre las víctimas de sexo conocido --aquellos identificados como varones o mujeres-- y a pesar de la edad, la proporción de mujeres civiles muertas varía de acuerdo con el arma utilizada, y las mujeres y los niños iraquíes constituyen la mayor proporción de víctimas civiles cuando los métodos de la violencia implican armas indiscriminadas disparadas desde la distancia, así como ataques aéreos y morteros.
En contraste, los métodos que provocaron la mayor proporción de víctimas varones fueron formas precisas de disparo, la ejecución, y la ejecución con tortura. "Por su naturaleza, la ejecución es precisa y deliberada, y la forma más controlada y planeada de matar a una persona secuestrada", denuncia este informe. "El carácter de esta forma de asesinato, combinado con nuestros descubrimientos de que un gran número de civiles murieron ejecutados (...), apoya la evaluación de que las ejecuciones se aplicaron de forma sistemática y estratégica a los civiles", sostiene el artículo publicado.
"Creemos que todas las fuerzas que combaten, así como los Gobiernos, deben implantar políticas de recolección de datos rutinarias y transparentes, además de la publicación de cifras verificables de muertes civiles en acciones militares", mantiene la publicación.
"Los legisladores, los estrategas de la guerra de todas las creencias y los grupos y sociedades que los apoyan, cargan con la responsabilidad moral y legal de los efectos que las tácticas particulares de combate tienen sobre los civiles, incluidas las armas utilizadas cerca y entre ellos", concluye.